La fecha del 13 de julio estaba reservada
para la Travesía a Nado en el Pantano de la Tranquera (Carenas). Debido al
abandono, en las últimas semanas, en la natación, veía que se me podía hacer
dura la prueba (6.5 km), así que desistí en ir (ya fue mi hermano para
contármela) y se me abrió otra puerta: La Triatlón del Reto del Ebro 2013.
El penúltimo día de inscripciones del
Campeonato navarro de Triatlón Sprint, decidí apuntarme para bautizarme en esta
modalidad deportiva.
Nadar no iba a ser problema, la bici tampoco,
pero el correr sí que era una incógnita. Llevo al menos dos años sin correr,
absolutamente nada, pues tengo molestias en la espalda que algún día me miraré. Pensaba que
al ser sólo 5 Km., podría hacerlo aunque fuera con los dientes prietos. Quedé
apuntado junto con los 171 inscritos.
La natación, 750 m, fue un agobio… 170 nadadores en un circuito
triangular, en dónde me quedé literalmente atrapado entre la gente; golpes a
porrillo constantemente. No pude nadar a
mi ritmo, ¡era imposible! No tenía posibilidad de salir de esa encerrona y nadé
a disgusto, dándoles golpes a los de adelante y los de atrás a mí; suspenso en esta especialidad. Ritmo de nado
peor que cuando estoy calentando.
La bici, 22km, fue mi fuerte. Pude enganchar
con un buen grupo e hicimos equipo dándonos relevos y cazando poco a poco a
otros ciclistas. Ritmo medio cercano a los 39 km/h. Remonté bastantes
posiciones.
Cuando me eche a correr, las piernas parecían
no responder a el gesto de correr; me
quedé sorprendido de cómo cuesta arrancar con los músculos agarrotados del
esfuerzo anterior de la bici. Aguanté como pude los 5 km, me pasaron algunos y yo pasé a otros, creo
que en esta especialidad ni gane ni perdí.
Finalmente el 88 en la general y el 12 en mi
categoría, más o menos en mitad de la
tabla. En mi opinión todo un triunfo, considerando que no soy triatleta y que
llevaba 2 años sin correr ni tan siquiera 5
minutos.
Otra experiencia nueva vivida en este
singular año deportivo.
RV